Napoleón I

(1769-1821) Napoleón Bonaparte. Emperador francés.

Frases célebres

La independencia, igual que el honor, es una isla rocosa sin playas.

Para triunfar es necesario, más que nada, tener sentido común.

No hay que temer a los que tienen otra opinión, sino a aquellos que tienen otra opinión pero son demasiado cobardes para manifestarla.

La mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.

Hay ladrones a los que no se castiga, pero que roban lo más preciado: el tiempo.

A la mayor parte de los que no quieren ser oprimidos no les disgustaría ser opresores.

Bien analizada, la libertad política es una fábula imaginada por los Gobiernos para adormecer a sus gobernados.

La opinión pública es un poder al que nada resiste.

La guerra es un juego serio en el que uno compromete su reputación, sus tropas y su patria.

El porvenir de un hijo es siempre obra de su madre.

Discutir en el peligro es apretar el dogal.

Un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza.

La muerte es un ensueño sin ensueños.

Hace falta más valor para sufrir que para morir.

La policía a veces inventa más de lo que descubre.

El coraje no se puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía.

La ambición jamás se detiene, ni siquiera en la cima de la grandeza.

Hay tantas leyes que nadie está seguro de no ser colgado.

Se puede aplastar una nación religiosa, pero no dividirla.

Una cabeza sin memoria es como una fortaleza sin guarnición.

Si la obediencia es el resultado del instinto de las muchedumbres, el motín es el de su reflexión.

Imponer condiciones excesivamente duras es dispensar de su cumplimiento.

Nos batimos más por nuestros intereses que por nuestros derechos.

Si la perfección no fuera quimérica, no tendría tanto éxito.