Jean de la Bruyere

(1645-1696) Escritor francés.

Frases célebres

La amistad no puede ir muy lejos cuando ni unos ni otros están dispuestos a perdonarse los pequeños defectos.

Hay situaciones en la vida en que la verdad y la sencillez forman la mejor pareja.

Los amores mueren de hastío, y el olvido los entierra.

Cuanto más se acerca uno a los grandes hombres, más cuenta se da de que son hombres.

En la sociedad, el hombre sensato es el primero que cede siempre. Por eso, los más sabios son dirigidos por los más necios y extravagantes.

Más fácil es encontrar un amor apasionado que una amistad perfecta.

Los niños no tienen pasado ni futuro, por eso gozan del presente, cosa que rara vez nos ocurre a nosotros.

Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que ser engañado por ellos.

Es empresa vana tratar de ridiculizar a un necio rico: las carcajadas están de su parte.

Una cualidad de la Justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla esperar es injusticia.

Conviene reír sin esperar a ser dichoso, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber reído.

La imposibilidad en que me encuentro de probar que Dios no existe, me prueba su existencia.

No admitir corrección ni consejo sobre la propia obra es pedantería.

La muerte no llega más que una vez, pero se hace sentir en todos los momentos de la vida.

Un alma grande está por encima de la injuria, de la injusticia y del dolor.

La mayoría de los hombres emplean la mitad de su vida en hacer miserable la otra.

La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.

El tiempo fortalece la amistad y debilita el amor.

Es una enorme desgracia no tener talento para hablar bien, ni la sabiduría necesaria para cerrar la boca.

Los que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad.

No existe para el hombre más que una verdadera desdicha: incurrir en falta y tener motivo de censura contra sí.

Si la pobreza es la madre de los crímenes, la falta de espíritu es su padre.

Los modales corteses hacen que el hombre aparezca exteriormente tal como debería ser en su interior.

Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias.