Aristóteles

(384 AC-322 AC) Filósofo griego.

Frases célebres

La ciencia es respecto del alma lo que es la luz respecto de los ojos, y si las raíces son amargas, los frutos son muy dulces.

La poesía es más profunda y filosófica que la historia.

No hay que prestar atención a quienes nos aconsejan, so pretexto de que somos hombres, no pensar más que en las cosas humanas y, so pretexto de que somos mortales, renunciar a las cosas inmortales.

No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico.

Todos o casi todos distinguen el alma por tres de sus atributos: el movimiento, la sensación y la incorporeidad.

Todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores.

Si tanto me alaban, será por alabarse a sí mismos, pues al alabarme dan a entender que me comprenden.

No todo término merece el nombre de fin, sino tan sólo el que es óptimo.

No conviene hablar del pudor como de una virtud. Se parece más bien a una emoción que a una disposición adquirida. Se define, pues, como un miedo de dar de sí una mala opinión.

Movimiento es el paso de la a capacidad al acto.

Los predicados del predicado se extienden también al sujeto.

Lo que tiene alma se distingue de lo que no la tiene por el hecho de vivir.

Las revoluciones no se hacen por menudencias, pero nacen por menudencias.

Las cosas se llaman equívocas cuando tan sólo tienen de común el nombre.

La verdadera causa final reside en los seres inmóviles.

La necesidad ha hecho aparearse a quienes no pueden existir el uno sin el otro, como son el varón y la mujer.

La naturaleza no hace nada en vano.

La belleza del hombre está o en la sonoridad, o en el significado.

Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia.

Es necesario que haya uno o varios principios y aun, en caso de existir uno sólo, que éste sea inmóvil e inmutable.

Es evidente que todos los fines no son fines perfectos. Pero el bien supremo constituye, de alguna manera, un fin perfecto.

En parte, el arte completa lo que la naturaleza no puede elaborar y, en parte, imita a la naturaleza.

El ser inmóvil mueve como objeto del amor, y lo que él mueve imprime el movimiento a todo lo demás.

El instante es la continuidad del tiempo, pues une el tiempo pasado con el tiempo futuro.