Marcel Proust

(1871-1922) Escritor francés.

Frases célebres

A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.

Sólo se ama lo que no se posee totalmente.

A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas.

El deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.

El instinto dicta el deber y la inteligencia da pretextos para eludirlo.

Para el beso, la nariz y los ojos están tan mal colocados como mal hechos los labios.

El amor es una enfermedad inevitable, dolorosa y fortuita.

Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones.

El enamorado celoso soporta mejor la enfermedad de su amante que su libertad.

Los celos no son corrientemente más que una inquieta tiranía aplicada a los asuntos del amor.

Los días pueden ser iguales para un reloj, pero no para un hombre.

Los recuerdos comunes son a veces los más pacificadores.

El deseo florece; la posesión lo marchita todo.

Somos sanados del sufrimiento solamente cuando lo experimentamos a fondo.

Seamos agradecidos con las personas que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestra alma.

La felicidad es saludable para el cuerpo, pero es la pena la que desarrolla las fuerzas del espíritu.

La costumbre es una segunda naturaleza que destruye la primera.

El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, con el fin de tener nuevos ojos.

Trata de mantener siempre un trozo de cielo azul encima de la cabeza.

La belleza es una idea nueva, que no se puede imaginar y la realidad nos presenta.

Cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; que no se extrañan los sitios, sino los tiempos.

Todos necesitamos alimentar en nosotros cierta vena de locura para que la realidad se nos haga soportable.