Leon Tolstoi

(1828-1910) Liev Nikoláievich Tolstói. Novelista ruso, profundo pensador social y moral.

Frases célebres

El que ha conocido sólo a su mujer y la ha amado, sabe más de mujeres que el que ha conocido mil.

Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo.

A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.

El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace.

La razón no me ha enseñado nada. Todo lo que yo sé me ha sido dado por el corazón.

El matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde.

Sucede a veces que se discute porque no se llega a comprender lo que pretende demostrar nuestro interlocutor.

Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de sus principios.

El verdadero amor supone siempre la renuncia a la propia comodidad personal.

No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás.

No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo.

Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia.

Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, sería oportuno saber si no se está muriendo de hambre.

Dios existe; pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber.

El dinero es una nueva forma de esclavitud, que sólo se distingue de la antigua por el hecho de que es impersonal, de que no existe una relación humana entre amo y esclavo.

Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego.

Los hijos son tormento, y no otra cosa.

La vida consiste en la comprensión de la verdad.

La muerte no es más que un cambio de misión.

Es más fácil hacer leyes que gobernar.

El único sentido de esta vida consiste en ayudar a establecer el reino de Dios.

No hagáis el mal y no existirá.

El niño reconoce a la madre por la sonrisa.

Si no se tomara la vida como una misión, dejaría de ser vida para convertirse en infierno.