Graham Greene

(1904-1991) Novelista británico.

Frases célebres

El odio no es más que carencia de imaginación.

El mejor olor, el del pan; el mejor sabor, el de la sal; el mejor amor, el de los niños.

Intento comprender la verdad, aunque esto comprometa mi ideología.

En el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad.

Siempre hay un momento en la infancia en el que se abre una puerta y deja entrar al futuro.

La política está en el aire mismo que respiramos, igual que la presencia o ausencia de Dios.

Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae buena suerte.

No podría creer en un Dios al cual comprendiera.

Si conociéramos el verdadero fondo de todo tendríamos compasión hasta de las estrellas.

Quienes comparten nuestra niñez, nunca parecen crecer.

Llamamos sentimentalismo a los sentimientos que no compartimos.

Nunca llegamos a hacernos a la idea de que contamos menos para los demás de lo que ellos cuentan para nosotros.

Los historiadores son personas que se interesan por el futuro cuando éste ya es pasado.

La mayoría de las personas prefieren confesar los pecados de los demás.

El peligro es el gran remedio para el aburrimiento.

Las personas reales están repletas de seres imaginarios.

Todo niño viene al mundo con cierto sentido del amor, pero depende de los padres, de los amigos, que este amor salve o condene.

Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria; necesitamos un aniversario durante el cual podamos lamentar todas las imperfecciones de nuestras relaciones humanas. Es la fiesta del fracaso, triste pero consoladora.

La gente habla de la mayoría de edad. Eso no existe. Cuando uno tiene un hijo, está condenado a ser padre durante toda la vida. Son los hijos los que se apartan de uno. Pero los padres no podemos apartarnos de ellos.

Es imposible ir por la vida sin confiar en nadie; es como estar preso en la peor de las celdas: uno mismo.

Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana.

Nuestros peores enemigos aquí no son los ignorantes y los sencillos, aunque crueles; nuestros peores enemigos son los inteligentes y los corruptos.